El conocimiento contemporáneo sobre la cultura de los libros que circularon o se produjeron durante la Edad Moderna, se ha hecho y se hace en su mayoría basados en listas de libros que se elaboraban para cumplimentar diferentes procesos de la época. Dichas relaciones conservadas en repositorios públicos y privados, son diferentes en virtud de los trámites para los que se hacían. Podríamos mencionar aquí el apartado de libros que se contiene en los inventarios post mortem, empleados para el estudio de las bibliotecas privadas, o las listas del contenido de los cajones de libros que movían las redes de mercaderes y libreros y se usaban tanto en trámites comerciales e inquisitoriales. Cajones que no sólo viajaban en barcos sino en recuas de mulas para abastecer los intereses de lectura de diferentes comunidades de interpretación en ciudades y pueblos.
También se imprimieron catálogos de libros en venta que libreros e impresores utilizaban para publicitar la oferta de su mercancía. Las bibliotecas institucionales elaboraban índices, catálogos o diccionarios que servían para localizar los libros dentro de las colecciones e igualmente se elaboraban memorias de libros que tenían personas de todos los estamentos sociales, tanto como edictos e índices de libros prohibidos o expurgables. Otros más son las listas de libros en el cierre de las instituciones, como los que se elaboraron con la Expulsión de los jesuitas de 1767, o de revisión como aquellos elaborados para las visitas provinciales o arzobispales, entre tantos otros testimonios disponibles.
Este caudal de listas de libros muestra el impacto y difusión de una forma de registrar los libros que empieza a estar más presente a partir del siglo XV, con las grandes compilaciones de referencias bibliográficas que comenzaron a publicarse. Por eso, podemos pensar en el desarrollo de un cierto canon bibliográfico que estaba en conocimiento de aquellas personas que formaban el grupo denominado la “gente del libro”. Es decir, todos aquellos que hicieron posible la circulación de libros en la Edad Moderna y que a saber eran: autores, impresores, oficiales de imprenta, libreros, mercaderes, inquisidores, escribanos, notarios, o bibliotecarios entre otros. Tal canon bibliográfico evolucionó escasamente para formar dos grupos con características puntuales. Uno, es aquél que contiene prácticamente toda la información necesaria para identificar una edición antigua en un repositorio contemporáneo. El otro, más abreviado, únicamente informa sobre el autor y el título de la obra.
Pese a todo, esas listas son testimonios invaluables para conocer no sólo la producción bibliográfica de una época sino también el impacto de ciertos autores y ediciones en algunos momentos de la historia. Un ejemplo interesante de estos estudios sería el número monográfico titulado “Les Livres des Espagnols à l’Epoque Moderne” del Bulletin Hispanique (99-1) de 1997,1 los que si bien no es el más representativo sí que muestra las tendencias de estudio que nos preceden. Entre todos esos estudios y metodologías existe una tendencia negativa al valorar dichas listas por el tipo de información que ofrecen, como si fuesen el resultado de una tarea que a veces se hacía con descuido y premura. Todo lo contrario, ya Pedraza Gracia afirmaba que esas listas no fueron hechas para los interesados de nuestra época y que comprenderlas implica conocer el proceso del que son resultado.2
De cualquier manera son la fuente fundamental para el estudio de la cultura escrita de una época, precisamente porque ofrecen la información sobre los libros que circularon no sólo en un periodo o territorio sino su transmisión entre generaciones.3 Representan por tanto el enlace para comprender la conformación del legado bibliográfico de los diferentes países, tanto como la valoración y representación de esa heredad pues las listas de libros también dan cuenta de todos aquellos libros, impresos y manuscritos, que han desaparecido irremediablemente. Así esas evidencias históricas se convierten en el último recuerdo de un libro que alguna vez se produjo y estuvo presente como lectura para quienes estuviesen interesados. Por eso podemos considerar como información fehaciente sobre la existencia de un libro. Esas relaciones son testigos de numerosos libros que contienen los sueños, frustraciones, errores, miedos, miserias y transformaciones de aquello que distingue a los seres humanos.
Para analizar estas problemáticas, se persigue como objetivo: analizar los fenómenos y problemas que se observan en la creación, el acceso y la utilización de la información digital, en el contexto actual.
1 Textos disponibles, https://www.persee.fr/issue/hispa_0007-4640_1997_num_99_1? sectionId=hispa_0007-4640_1997_num_99_1_4926 [Consulta: 24 de Febrero de 2021]
2 Manuel Pedraza Gracia, (1999), “Lector, lecturas, bibliotecas...: el inventario como fuente para su investigación histórica”, Anales de documentación, núm. 2, pp. 137-158. Texto disponible en http:// revistas.um.es/analesdoc/article/view/2611 [Consulta: Agosto de 2021]
3 Malcolm Walsby (2013), “Book list and their meaning”, en Documenting the Early Modern Book World: Inventories and Catalogues in Manuscript and Print, ed. Malcolm Walsby y Natasha Constantinidou. Leiden: Brill, 1-24.
Reflexionar sobre las formas de descripción de los libros en la Edad Moderna para determinar o caracterizar la idea de un canon bibliográfico, que estaba en conocimiento y uso en laEdad Moderna, así como analizar las diferentes metodologías que se emplean para interpretar esos registros bibliográficos desde diferentes disciplinas.
El Coloquio se realizará en línea los días 29 y 30 de septiembre de 2021. Se entregará constancia previo registro, inscripción y 80% de asistencia.
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